martes, 16 de noviembre de 2010

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "Romance del juramento que tomó el Cid al rey don Alonso"

ROMANCE DEL JURAMENTO QUE TOMÓ EL CID AL REY DON ALONSO
En santa Gadea de Burgos, 
do juran los hijosdalgo, 
allí le toma la jura 
el Cid al rey castellano. 
Las juras eran tan fuertes 
que al buen rey ponen espanto; 
sobre un cerrojo de hierro 
y una ballesta de palo: 
-Villanos mátente, Alonso, 
villanos, que no hidalgos, 
de las Asturias de Oviedo, 
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, 
no con lanzas ni con dardos; 
con cuchillos cachicuernos, 
no con puñales dorados; 
abarcas traigan calzadas, 
que no zapatos con lazo; 
capas traigan aguaderas, 
no de contray ni frisado; 
con camisones de estopa, 
no de holanda ni labrados; 
caballeros vengan en burras, 
que no en mulas ni en caballos; 
frenos traigan de cordel, 
que no cueros fogueados. 
Mátente por las aradas, 
que no en villas ni en poblado; 
sáquente el corazón 
por el siniestro costado; 
si no dijeres la verdad 
de lo que te es preguntado, 
si fuiste ni consentiste 
en la muerte de tu hermano.
-Jurado tiene el buen rey 
que en tal caso no se ha hallado, 
pero allí hablara el rey 
malamente y enojado: 
-Muy mal me conjuras, Cid, 
Cid, muy mal me has conjurado; 
mas hoy me tomas la jura, 
después besarme has la mano.
Respondiérale Rodrigo,
d'esta manera ha fablado: 
-Por besar mano de rey 
no me tengo por honrado, 
porque la besó mi padre 
me tengo por afrentado. 
-Vete de mis tierras, Cid, 
mal caballero probado, 
y no vengas más a ellas 
dende este día en un año. 
-Pláceme, dijo el buen Cid, 
pláceme, dijo, de grado, 
tú me destierras por uno, 
yo me destierro por cuatro.
-Ya se despide el buen Cid, 
sin al rey besar la mano, 
con trescientos caballeros, 
todos eran hijosdalgo, 
todos son hombres mancebos, 
ninguno hay viejo ni cano; 
todos llevan lanza en puño 
con el hierro acicalado, 
y llevan sendas adargas, 
con borlas de colorado; 
mas no le faltó al buen Cid 
adonde asentar su campo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "La derrota de don Rodrigo"


LA DERROTA DE DON RODRIGO
Las huestes de don Rodrigo
desmayaban y huían
cuando en la octava batalla
sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas
y del real se salía,
solo va el desventurado,
sin ninguna compañía:
el caballo de cansado
ya moverse no podía,
camina por donde quiere
que no le estorba la vía.
El Rey va tan desmayado
que sentido no tenía:
muerto va de sed y hambre,
de verle era gran mancilla:
iba tan tinto de sangre
que una brasa parecía.
Las armas lleva abolladas,
que eran de gran pedrería:
la espada lleva hecha sierra
de los golpes que tenía:
el almete de abollado
en la cabeza se hundía:
la cara llevaba hinchada
del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro,
el más alto que veía:
desde allí mira su gente
cómo iba de vencida,
de allí mira sus banderas
y estandartes que tenía,
cómo están todos pisados
que la tierra los cubría;
mira por los capitanes,
que ninguno aparecía;
mira el campo tinto en sangre,
la cual arroyos corría.
Él, triste de ver aquesto,
gran mancilla en sí tenía,
llorando de los sus ojos
desta manera decía:
"Ayer era rey de España,
hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos,
hoy ninguno poseía:
ayer tenía criados
y gente que me servía,
hoy no tengo ni una almena
que pueda decir que es mía.
¡Desdichada fue la hora,
desdichado fue aquel día
en que nací y heredé
la tan grande señoría,
pues lo había de perder
todo junto y en un día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes
y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino,
pues se te agradecería?".

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "Abenámar y el rey don Juan"

 ABENÁMAR Y EL REY DON JUAN
-¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace,
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
-Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
-El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "Romance del prisionero"


ROMANCE DEL PRISIONERO
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

ROMANCES EDAD MEDIA. Romancero viejo. "El conde Arnaldos"


EL CONDE ARNALDOS
¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de un cendal,
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan nel hondo
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
nel mástil las hace posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
-Por Dios te ruego, marinero,
dígaisme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.